Este pastel me hizo sudar lo mío, en principio estaba todo controlado, bizcochos horneados y reposados, fondant suficiente como para cubrir un campo de fútbol...en fin, todo indicaba que seria una tarea, no fácil pero si divertida, pero algo se torció....y se volvió a torcer.
Primero abrí y almibaré los bizcochos, rellené unas capas con mermelada de frambuesa tamizada y otras con un cream chesee delicioso que hice usando una receta un poco adaptada (yo le puse un buen chorrito de limón) de My little things. Le di sus capas de frosting de cream chesee también, todo perfecto, solo me faltaba cubrir la tarta.
Cuando le llego la hora al fondant, este tomó vida propia y no hacia más que pegarse completamente a la encimare, le pusiera lo que le pusiera, y cada vez tenia peor textura y yo peor cara y se agrietaba y luego se rompía y luego se pegaba y así como dos horas hasta conseguí colocarlo en la tarta. Desesperante.
Una vez la di por terminada y como faltaban solo un par de días para su consumo la cubrí con celofán y decidí que debido a sus dimensiones el mejor sitio para colocarla era el aparador de mi salón. ¿Os he contado que tengo un precioso salón orientado al sur, donde en invierno se alcanzan unas temperaturas casi veraniegas?
No me preguntéis el porque de esa decisión tan poco acertada, supongo que el cansancio por la lucha contra el fondant me había dejado un poco aturdida.
Bueno vamos al lo que vamos que sino que este post se nos va ha hacer eterno.
El dia del cumple, a mediodía, me acerque a mirar la tarta y me encontre con lo que veis en la foto.
El fondant se había fundido por el calor.
A un paso de ir a la pastelería a por un pastel normal estuve. Si no llega a ser por la ilusión que tenía el peque que llevaba desde la mañana vestido de Batman revoloteando por la casa,lo tiro directamente a la basura.
Al final con un poco de fondant y algo de tunning conseguimos una tarta de un piso bastante decente, de la que no hay fotos en primer plano y no se porque.
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